La fascitis plantar es la inflamación de la aponeurosis plantar, una estructura localizada en la planta del pie por debajo de la piel que va desde el talón hasta los dedos. Se trata de la causa más frecuente de dolor crónico en el talón del pie, y afecta sobre todo a adultos (mayoritariamente hombres) entre 45 y 65 años.
“Hay distintos factores que provocan esta inflamación, pero los traumatismos repetidos en la zona por sobreuso representan la causa principal de la fascitis plantar. Por esto, es más frecuente en personas con sobrepeso o que pasan muchas horas de pie”, explica la doctora Eva Castro, radióloga vascular e intervencionista del Complejo Hospitalario Universitario de A Coruña.
Según refiere la miembro de la Sociedad Española de Radiología Vascular e Intervencionista (SERVEI), el síntoma más habitual de la fascitis plantar es el dolor en la planta del pie, en el talón o en la zona media del pie, hacia la región interna; un dolor que es más intenso al empezar a caminar después de un tiempo en reposo, como al levantarse por la mañana, y después de mucho tiempo de pie o caminando.
“La sospecha clínica por el tipo de dolor que cuenta el paciente se confirma mediante ecografía o resonancia magnética, en las que se visualiza la fascia engrosada por encima de los cuatro milímetros”, señala Castro.
Con el diagnóstico establecido, se abre un amplio abanico de tratamientos. Los más habituales son los estiramientos, los masajes, las plantillas para el calzado, las punciones de la fascia con administración de distintas medicaciones, ondas de choque, etc. “La mayoría de las veces, alrededor de en un 90% de los casos, hay respuesta al tratamiento conservador. Sin embargo, en un pequeño porcentaje de pacientes en los que los síntomas persisten tras más de seis meses, es necesario valorar técnicas invasivas como la cirugía”, señala la experta.
Desde la radiología vascular e intervencionista se pueden ofrecer distintas alternativas de tratamiento como la punción seca de la fascia y la posterior infiltración perifascial de corticoide “Para evitar el dolor del procedimiento, se efectúa previamente un bloqueo del nervio tibial posterior, que consiste en inyectar anestesia alrededor del nervio que está en relación con la zona de la fascia plantar. Es frecuente el uso de otras terapias como la infiltración de una sustancia conocida como PRP (plasma rico en plaquetas)”, explica Eva Castro.
En el caso de los pacientes que no responden a ninguno de estos tratamientos conservadores, la radiología vascular e intervencionista ha añadido la embolización como tratamiento alternativo a la cirugía. “A través de una punción arterial se realiza un cateterismo de la arteria tibial posterior, que es la que lleva la sangre a las arterias de la planta del pie. Entonces se realiza un estudio de la vascularización de la zona afectada y se emboliza con un material que ocluye esas arterias temporalmente para disminuir la inflamación”, afirma la miembro de la SERVEI, que añade que existe otra opción, basada en este mismo tratamiento, que consiste, dirigidos por ecografía, en pinchar directamente la arteria tibial posterior y administrar directamente en ella el material de embolización.
“Hablamos de tratamientos mínimamente invasivos con los que se consiguen eliminar los síntomas en la mayoría de los casos y que el paciente esté sin dolor durante más tiempo”, explica Castro, que no obstante apunta que “lo ideal” es conocer todas las opciones de tratamiento que existen y seleccionar la mejor o las mejores para cada paciente.
SOBRE LA SERVEI
La Sociedad Española de Radiología Vascular e Intervencionista (SERVEI) es una asociación médico-científica sin ánimo de lucro, fundada en 1987, con el objetivo de promover la formación, el desarrollo, la investigación, el intercambio de conocimientos y la difusión y a formación de la Radiología Vascular e Intervencionista (RVI).
La RVI es la subespecialidad de la Radiología dedicada al tratamiento de múltiples patologías mediante procedimientos mínimamente invasivos, guiados por técnicas de imagen. Son tratamientos menos agresivos y con menor morbimortalidad que la cirugía abierta o laparoscópica convencional, permitiendo a los pacientes los mismos resultados, con menos complicaciones, una rápida recuperación y menor estancia hospitalaria. Incluye un amplio espectro de tratamientos de patologías oncológicas y no oncológicas, además de sobre patología vascular. Su papel es de especial importancia en muchas situaciones de urgencia donde ha sustituido de forma indiscutible a la cirugía convencional, o ha posibilitado terapias donde anteriormente no existía tratamiento.
La RVI es eficiente y ahorra costes representando un papel fundamental en la medicina moderna. Es una especialidad en rápido crecimiento y constante desarrollo con vocación “multidisciplinar”, con una constante interrelación con otras especialidades.